jueves, 6 de septiembre de 2012

La más bella Princesa era para mí.


Los buenos recuerdos que guardo en mi mente son como boomerangs, permanentemente en movimiento y regresando al consciente que los disfruta.

En cambio, decir que los malos recuerdos son perdurables es una falacia en mi caso, porque la verdad es que son como globos que dan saltos y sólo por azar pueden volver a mi mente… la que los expulsa ipso-facto.

Pero hay un momento de mi existencia que hoy recuerdo y que marcó un antes y un después: el nacimiento de una personita que tuvo el título de Princesa desde ese 6 de septiembre lejano hace 28 años ya.

En ese tiempo yo tenía 12 años y mi hermano 10, la esperamos peleándonos él para que fuera hombre y yo para que fuera reina, y lo fue.

Recuerdo que literalmente enloquecimos de amor al verla por primera vez, tenía las uñas más lindas del universo conocido y aunque venía con su piel arrugadita, ambos habríamos asesinado –y a pausa- a cualquiera que hubiera dudado de su belleza.




Esa hermosa niñita salvó mi vida de la soledad que interiormente tenía y de la carencia de afecto que sentía, porque me dio más amor del que nadie antes pudo entregarme, así tan puro, tan claro y concreto. Yo me sentía inmensamente amada; ella me buscaba y yo la buscaba, ella quería mil besos míos que yo devolvía extasiada, ella pedía que todas las noches le cantara, por lo que todas las noches lo hacía, pasando de Luis Miguel a Los Prisioneros.

Con los años, el vínculo se hizo cada vez más fuerte pero las demostraciones de cariño más distantes, hasta que hace un par de semanas, sobrecogidas las dos por un hecho que nos tomó por sorpresa, caminamos entrelazadas de la mano. Ese hecho tan natural en otra época y que no nos conectaba hace tantos años, generó un milagro: el vertiginoso viaje a mi adolescencia cuando yo tomaba esa manito para salir a comprar, las dos maquilladas de violeta en los ojos. Ella se dejaba embellecer con el ritual completo, y yo disfrutaba tanto de verla sintiéndose como lo que era: una princesa de cuentos que dejaba boquiabiertos a los que nos veían caminar.

Tras 28 años que se cumplen hoy, sólo puedo decir que la amo profundamente, que adoro su risa y sus comentarios ingeniosos, que es mi hermanita para siempre: mi princesa.



2 comentarios:

ANA CATALINA dijo...

woo!! me dejaste boquiabierta con esta historia. Como hija unica no se lo que se pueda sentir por un hermano. Y reconozco que llegue a sentir un poco de envidia con tu historia de amor puro!! Felicidades a tu hermana y Gracias por compartir este relato tan hermoso. Sabes me recordaste a Lula y Sofia (mis dos princesas) que siempre son tan amigas y enemigas pero ante todo HERMANAS!!!

Jesiquita dijo...

Que bello amiga...nada mas perfecto que el amor...que curiosa la vida, yo siendo la hermana menor, he tomado el rol de la mayor y que dificil cuando tienes que pasártela arreglando los pasteles. Sin embargo, con el afán de buscar respuestas a tantas situaciones de mi vida, tuve la oportunidad de conocer profundamente a Cristo y con ello, el regalo de conocer a dos personas que hasta el día de hoy son mis hermanas, sin duda que Jesús buscó el momento preciso para elegirnos y en su encuentro hacernos renacer a las tres, que las veces que podemos nos regaloneamos.
Saludos a la Lili

Besos amiga!!!

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