lunes, 31 de diciembre de 2012

Mone



Hay una época que recuerdo con frío, soledad y desamparo.

Un tiempo en que la delgada cuerda que sostenía la vida de mi familia amenazaba con cortarse.

Un tiempo en el que mi papá no tenía control sobre su vida por causa del alcoholismo.

Un momento en el que mi mamá tampoco lo tenía, abrumada por la situación que tenía que vivir junto a él.

Había salido del liceo y sentía que no había futuro para mí, no podía estudiar por razones económicas, y menos trabajar porque teniendo 17 años parecía de 14.

Aquellos días, los noticieros nos abrían los ojos y queriéndolo o no, entramos al mundo terrible de ese pedazo de historia vergonzante que aún divide a mi país. Cada hecho que la pantalla mostraba, era como una espina que se clavaba en mí, y por mucho tiempo sentí que no me podría recuperar de tanto horror.

Recuerdo haber conocido a tanta gente ese año… gente que nunca he vuelto a ver, que no fue más que una brisa en mi vida porque ninguno de ellos permaneció en el tiempo.

Sentía que hubiera querido pedir ayuda, porque sentía que me hundía, desesperada y sola. Tenía la sensación de que no había forma de encontrar un camino.

Y ese momento que recuerdo como un infierno tenía algo dulcemente permanente, lo único cierto de aquel aciago año de 1990: mi prima Mónica.

Tenemos la misma edad, y la cercanía de nuestras madres que son hermanas, nos hizo tener un vínculo muy estrecho desde pequeñas, pasábamos mucho tiempo juntas en verano, íbamos a la playa con mis tíos, disfrutábamos con sus perros, nos contábamos cosas.

Y ese año triste ella estaba conmigo, nos veíamos todos los fines de semana, nos reíamos mucho estando juntas. Mis tíos pedían que nos durmiéramos de una vez, y nosotras como aves nocturnas, recorríamos todas las pequeñas historias que vivíamos durante los días anteriores. Cuánta alegría yo sentía estando a su lado. Estar con ella era lo que me salvaba de la soledad que sentía, me escuchaba con paciencia y aceptaba mis muchas locuras de aquel entonces con cariño.

Al año siguiente, me fui a estudiar y ella me siguió después, nos tocó vivir juntas y disfruté cada momento de su compañía, con mi desorden y su disposición, con mis manías y su mansedumbre, con nuestra alegría… qué momentos más bellos viví con ella. Son un tesoro para mí.

Hoy cuando las dos sobrepasamos las 4 décadas, nos llamamos varias veces por semana, seguimos contándonos lo que nos pasa, y disfrutamos riéndonos de nuestros hijos. Es delicioso para mí escuchar su voz, porque siempre ha estado y está para mi, en los días en que nos ha llovido y en los que el sol nos ha entregado felicidad.

Cómo podría vivir sin ti Mone... si toda la vida tu presencia ha sido mi compañera indeleble.


* En la foto aparecemos las dos de pequeñas en su casa, yo tomando mi cabeza.


Desigualdad

Por muchos años y al igual que muchos, me mantuve ajena a la realidad que me rodeaba y que, sumida en mis cosas no podía ver. Hoy, cuand...