sábado, 22 de mayo de 2010

50° Aniversario



Hoy, 22 de mayo del 2010 se cumple el 50° aniversario del terremoto que marcó la historia de los chilenos que vivían en el sur de Chile en el año 1960.

Los hijos de aquellas personas nos crecimos con historias espeluznantes que relatan lo vivido aquel inolvidable día: casas, caminos y hospitales destruidos por la fuerza de la tierra, el tsunami y los incendios, cuántas noches hemos escuchado relatos de nuestros familiares que aterrorizados vivieron la horrible sensación de que la tierra colapsaba.

Bueno, en mi caso particular, todos los relatos que escuché eran estremecedores, excepto uno, el de mi mamá:

Ella tenía 14 años por aquel entonces y estaba internada en el Colegio San José de Puerto Montt. Como era día domingo, una Monja llamada Madre Silvia la llevó junto a otras niñas de paseo por lo que hoy es el Mirador de la Población Manuel Montt, donde sólo había pampa y a lo lejos se veían algunas caballos pastando. Pues bien, iban todas caminando por el borde del cerro sin imaginar lo que pasaría después.

Al llegar a este lugar, mi mamá se subió al tronco de un árbol que hábía allí y comenzó a saltar sobre él, en ese instante se sintió el primer temblor, pero sus compañeras dijeron "¡mira como se mueve la tierra donde la Teresa está saltando!", un instante después de desató el terremoto, todas se asustaron y comenzaron a correr hacia el camino de tierra utilizado por carretas que hoy se conoce como Avenida Presidente Ibáñez, mi mamá dice que ella iba adelante y al mirar hacia atrás veía cómo la Madre Silvia y sus compañeras se caían una y otra vez, con esto tuvo un acceso de risa que duró hasta que la tierra se acomodó con su última réplica.

Siempre hemos sabido que con este asunto del terremoto mi mamá lo "pasó chancho", porque junto con reirse a cada rato por el susto de las demás, las alumnas arrojaron colchones escalera abajo para dormir en las salas de clases con sus compañeras y hacían balancines con las vigas de un edificio que fue demolido (cuatro niñas por lado).

También vio llegar a norteamericanos que les repartieron dulces, lápices, libros lindos y ropa bellísima cuyo olor aun recuerda, además vio por primera vez a una persona afroamericana, y cuenta que como estas personas no podían hablarles en español, les hacían gestos graciosos con los cuales (para variar) ella se rió mucho.

Para finalizar, ella relata que una de las pocas cosas que la apenaron fue ver las imágenes religiosas del colegio destruidas, sobre todo la de su patrono San José. Todas estas pequeñas estatuas fueron sepultadas en una fosa al fondo del patio del establecimiento cerca del sitio del Hospital de Puerto Montt.

lunes, 10 de mayo de 2010

Una mamá con sus dos hijos


Presento esta foto en la que aparezco con mis hijos Rodrigo (12) y Fabián (11), quienes me saludaron hoy con un desayuno especial y tarjetas en forma de corazón con bellísimas dedicatorias, en las que se me define como el más grande amor de uno y una rara flor para el otro.

Un saludo a quienes con un beso encienden la máquina de mi existencia y con sus manitos aún pequeñas me llevan a un paraíso colmado de atenciones y palabras de amor.


Desigualdad

Por muchos años y al igual que muchos, me mantuve ajena a la realidad que me rodeaba y que, sumida en mis cosas no podía ver. Hoy, cuand...