Los buenos recuerdos que guardo en mi mente son como
boomerangs, permanentemente en movimiento y regresando al consciente que los
disfruta.
En cambio, decir que los malos recuerdos son perdurables es
una falacia en mi caso, porque la verdad es que son como globos que dan saltos
y sólo por azar pueden volver a mi mente… la que los expulsa ipso-facto.
Pero hay un momento de mi existencia que hoy recuerdo y que
marcó un antes y un después: el nacimiento de una personita que tuvo el título
de Princesa desde ese 6 de septiembre lejano hace 28 años ya.
En ese tiempo yo tenía 12 años y mi hermano 10, la esperamos
peleándonos él para que fuera hombre y yo para que fuera reina, y lo fue.
Recuerdo que literalmente enloquecimos de amor al verla por
primera vez, tenía las uñas más lindas del universo conocido y aunque venía con
su piel arrugadita, ambos habríamos asesinado –y a pausa- a cualquiera que
hubiera dudado de su belleza.
Esa hermosa niñita salvó mi vida de la soledad que
interiormente tenía y de la carencia de afecto que sentía, porque me dio más
amor del que nadie antes pudo entregarme, así tan puro, tan claro y concreto.
Yo me sentía inmensamente amada; ella me buscaba y yo la buscaba, ella quería
mil besos míos que yo devolvía extasiada, ella pedía que todas las noches le
cantara, por lo que todas las noches lo hacía, pasando de Luis Miguel a Los
Prisioneros.
Con los años, el vínculo se hizo cada vez más fuerte pero
las demostraciones de cariño más distantes, hasta que hace un par de semanas,
sobrecogidas las dos por un hecho que nos tomó por sorpresa, caminamos
entrelazadas de la mano. Ese hecho tan natural en otra época y que no nos conectaba
hace tantos años, generó un milagro: el vertiginoso viaje a mi adolescencia cuando
yo tomaba esa manito para salir a comprar, las dos maquilladas de violeta en
los ojos. Ella se dejaba embellecer con el ritual completo, y yo disfrutaba
tanto de verla sintiéndose como lo que era: una princesa de cuentos que dejaba
boquiabiertos a los que nos veían caminar.
Tras 28 años que se cumplen hoy, sólo puedo decir que la amo
profundamente, que adoro su risa y sus comentarios ingeniosos, que es mi
hermanita para siempre: mi princesa.