jueves, 26 de abril de 2012

Palo de Rosa

La casa de mi abuelita en Punta Arenas fue desde que llegué una sorpresa para mí. Por todos lados había frascos de schampoo que ella había traído de Venezuela, abrías un cajón y allí había algún producto para el cabello, porque a ella le fascinaban.


También había decenas de camisas de dormir, de todas las formas, texturas, colores y por supuesto: estilo.


Si a ella le gustaba un tono de esmalte de uñas, iba y compraba una caja de frasquitos, de las que había por todos lados, en tonos rojizos o “palo de rosa” que era su favorito, aunque también tenía uno dorado con el que adornaba sus uñas pintadas de rojo.


Cinturones, muchos cinturones que ella usaba sobre los vestidos o blusas largas, había incluso alguno elástico con el que estilizaba su regordeta figura.


Y zapatos… santo Dios, cuántos zapatos!


Como relaté en el post anterior, mi abuelita fue obligada a casarse a los 13 años, y hasta que logró separarse a los 26, vivió una situación de mucha pobreza, lo que no le permitía tener zapatos. Ellos son el motivo de que ella necesitara tener un stock inacabable de algunas cosas, pero los zapatos eran su mayor fascinación, probablemente tenía más de 50 pares.


Con ese pié tan pequeño, (que heredé con la consiguiente dificultad de encontrar calzado acorde a tan escasa medida) lucía siempre zapatos o botines de tacón, se veía estupenda, le fascinaban las faldas y vestidos, aunque a veces se ponía también pantalones ajustados.


¿Será que todas estas cosas, han pasado por tu mente estos días en que tan denodadamente has luchado para seguir con nosotros? No lo sé, pero aunque no lo recuerdes, hay otros que podemos recordar lo que viviste y cómo fue que viviste, aunque hayamos sido solo una brisa en el huracán de experiencias que fue tu vida.


martes, 17 de abril de 2012

María Alba

Mi abuelita Alba fue obligada a contraer matrimonio a los 13 años, y a los 24 ya tenía 6 hijos, a los que posteriormente se sumaron otros dos. 

Mi madre la conoció cuando estaba próxima a convertirse en su suegra y la describe como una mujer menuda pero despampanante, vestida con tacones y vestido rojo, mi abuelita era una belleza.

Yo la recuerdo siempre riendo, con muy buen humor, sabiéndose guapa y con las uñas siempre arregladas. En mi infancia era una fiesta verla porque era tan cariñosa y alegre.

Siempre vivió lejos de nosotros, primero en Chiloé, luego en Punta Arenas, más tarde en Venezuela y finalmente en Santiago, donde se encuentra ahora más cercana al cielo que nunca.

Mi abuelita está muriendo, silenciosa y dormida en una sala de Hospital. Su risa ya no alegra a los que la acompañan, su belleza marchita solo queda en el recuerdo de quienes la conocemos.



En el año 1990, cuando yo tenía 17 años, mi abuelita me regaló la posibilidad de ir a verla a Punta Arenas, la visita que se extendió por dos meses es aún inolvidable para mí, porque maduré estando lejos de mis padres y porque disfruté del incansable cariño que me prodigaron ella y su compañero, mi tío José.

Nunca he podido olvidar las tardes que pasamos juntas, ella cociendo ropa y yo acompañándola, conversando y escuchando música. Había traído de Venezuela muchos long plays con música caribeña y música country. Yo preparaba una selección de lo que más nos gustaba y disfrutábamos mucho ese momento solas.

Sin duda, nuestro favorito era John Denver, con sus canciones melodiosas y añorantes, llenas de cariño por la tierra y de amor hacia los demás. Muchos años después compré un disco que andaba trayendo en el auto, y pude disfrutarlo otra vez con ella cuando la trasladé para partir a un nuevo viaje.

Hoy te dedico esta bellísima canción querida Abuelita, la que más nos gustaba, porque eres la única que aún tengo y que no quisiera perder, aunque tal vez ya el cielo te necesite allí, con tus uñas rojas y tu pelo peinado, con tu piel blanca y tu risa cristalina como el agua, llena de picardía y de gracia.



Desigualdad

Por muchos años y al igual que muchos, me mantuve ajena a la realidad que me rodeaba y que, sumida en mis cosas no podía ver. Hoy, cuand...