viernes, 26 de agosto de 2011

Un hombre con ojos de niño tocando el mar - Dedicado a Mauricio de La Parra Vial



Hace muchos años, trabajaba yo en un departamento cultural cuya encargada tenía una forma de ser bastante inusual: durante todo el día estaba malhumorada y amargando la existencia de quienes trabajábamos con ella, pero en cuanto alguien entraba a nuestra oficina, su rostro se transformaba adoptando una sonrisa casi angelical… demás está decir que cuando alguien trasponía la puerta, yo sentía un alivio que me sabía a gloria.

Un buen día –porque es inolvidable- un hombre alto y desgarbado cruzó la puerta, usaba lentes muy gruesos y cojeaba trabajosamente, hablaba como si tuviera un megáfono frente a la boca y tenía mil historias cuyas batallas –naturalmente- siempre ganaba. Ese hombre eras tú Mauricio, lleno de ruido y de risas,  que mi jefa compartía pero que subterráneamente envidiaba. Nunca olvidaré el alivio que yo sentía cuando tú llegabas, porque ella cambiaba y desaparecía la arpía que escondida en una sonrisa forzada te atendía amablemente.

Tiempo después el destino quiso que trabajáramos varios años juntos, por lo que guardo recuerdos imborrables de los momentos en que nos reíamos y por qué no decirlo también, de cuando nos enfrentábamos, pero siempre a favor de hacer lo mejor posible con lo que teníamos entre manos.

De todos estos recuerdos y ahora que te has ido, he escogido unos pocos para definirte y otros dos para honrarte:

- Tus manos temblorosas recorriendo tu agenda gastada en busca de un teléfono que habías anotado.

- Tu corbata recién estrenada enrollada a tu cuello porque la habías “bautizado” con ketchup.

- El susto de verte en Osorno bebiendo cerveza (sin alcohol)

- Pedirle a Rodrigo Córdova que cerrara los ojos para que me escuchara cantar la “Canción Triste” de la obra Joaquín Murieta.

- Que no te hayas enojado conmigo cuando tuve una incontrolable tentación de risa en plena actuación, y estropeé la obra.

- El valor estimativo (siempre agregando más millones) que le dabas a la construcción del Teatro de Casablanca.

- Tu cariño desbordado por don Domingo Piga.

- Que consiguieras que entremos gratis a la casa de Pablo Neruda en Isla Negra.

- Estar hospitalizado con tus dos celulares sonando con el volumen al máximo.

- Tus epítetos irreproducibles hacia el director israelí Amir Kolben.


- Tus entradas gritando (y que yo soportaba indignada) a la Iglesia de la Virgen de la Tirana, de quien eras devoto y llamabas "La Santa"

- Tu avergonzado silencio ante la fascinación de Víctor Pérez –Rector de la Universidad de Chile- por los Temporales Teatrales.

- Tu rostro solemne (que a mi me daba risa) cuando hablabas de la importancia del teatro para la sociedad, sabiendo yo que tenías razón.


2 Historias Cortas.

Primera
En pleno mes de enero y con un calor infernal, fuimos a una playa de Taltal para refrescarnos junto a la Compañía de Teatro, te había preguntado si entrarías al mar y me contestaste que no porque necesitabas de un calzado especial para no caerte, por lo que te insistí en varias ocasiones a que te atrevieras a hacerlo. Cuál no fue mi sorpresa al verte bajar del bus con traje de baño, presumiendo de cuerpo musculoso, y calzando un par de zapatillas azules… fue muy gracioso verte. Felices fuimos con uno de los actores a tu encuentro, y cada uno te tomó de la mano y te hicimos entrar al agua. Tus ojos brillaban de gozo, sonreías nervioso como un niño que se adentra al mar por primera vez.


Segunda – Con dedicatoria
Mientras trabajábamos juntos solíamos escuchar la Radio Oasis, la que cada tantos días escogía tres canciones mexicanas muy antiguas que nos gustaban mucho. Invariablemente aparecía la voz de Miguel Aceves Mejía, nos mirábamos exultantes y cantábamos los primeros versos de esta canción que te dedico:

El Jinete - Miguel Aceves Mejía


No he dejado de pensar cuánto habrás disfrutado y te habrás reído viendo desde tu nueva tribuna a quienes te hemos recordado estos días.


Que Dios, los bufones, las actrices, los actores, los directores y los fanáticos que te precedieron te hayan abierto las puertas del cielo querido Mauricio, donde seguro estarás ahora contando a voz en cuello alguna historia hilarante.

No hay comentarios:

Desigualdad

Por muchos años y al igual que muchos, me mantuve ajena a la realidad que me rodeaba y que, sumida en mis cosas no podía ver. Hoy, cuand...