miércoles, 3 de marzo de 2010

Después del temblor


El domingo pasado Fabián me dijo: "Mamá, yo creo que Dios no nos ama", le pregunté por qué decía eso y me contestó: "Porque cuando estaba temblando, yo le pedía que la tierra se calmara, y Él no me escuchó".

Al escuchar cómo él describía su primera rebelión de fe, pensé en todas las que yo tuve alguna vez: por los niños hambrientos y sufrientes, por las mujeres mutiladas, por la violencia enfermiza del hombre...

Creo que cada ser humano recorre el duro camino de comprender que hay cosas que no se pueden cambiar, que el mundo está lleno de situaciones y vivencias tristes, que pareciera ser que hay personas que nacen para sufrir...

Recordé cómo yo pensaba que Dios estaba ciego y sordo ante tanta injusticia, pero el tiempo me ha enseñado que hay cosas que nos pueden pasar, que podremos decir ¿Por qué yo?, pero también pudiera ser ¿Y por qué no yo?. Que nos pueden ocurrir cosas que consideramos injustas tal vez, y otras que nos buscamos por no actuar correctamente.

Cada nuevo día se nos entrega la oportunidad de vivir tranquilos, de tener alimento, de disfrutar la presencia de los que más amamos. Pero también debemos saber que cualquier día alguna de esas gracias se nos puede terminar, y el quiebre que eso puede provocar en nosotros muchas veces tendrá tanta profundidad como cuánto hayamos sido capaces de valorar lo que tenemos.

Yo adoro a mis hijos, a mis padres, a mis dos hermanos, a mi amorosa cuñada, a mis sobrinos. De la misma forma amo entrañablemente a mis amigas, entre las cuales cuento a una prima rulosa. Todas esas personas forman mi pequeño mundo, y si alguna de ellas faltara, con certeza algo se derrumbaría dentro de mí.


Tras mirarlo a los ojos, me senté a su lado y le dije que la tierra está en constante movimiento, que nuestro país se encuentra en el borde de una placa, y que cada cierto tiempo, ésta se acomoda y provoca algún movimiento inesperado. También le dije que Dios nos ama mucho, porque aquel temblor terminó y nos pudimos dar cuenta de que estábamos juntos y a salvo.

Después le dije: "Tu piensas que Dios no ama a las personas que sufrieron tanto ese día?, pues no es así, durante millones de años la tierra ha ido cambiando y no dejará de hacerlo nunca, ya verás cómo después de lo que pasó, mucha gente trabajará día y noche para ayudar a todos aquellos que hoy están desamparados.


Mi hijo quedó conforme, asegurando que él será uno de los primeros en ayudar.


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4 comentarios:

Unknown dijo...

Que enternecedor lo que cuentas de tu hijo, a su corta edad ya es capaz de sentir tan de cerca el dolor de los demás que le provoca hacer ese cuestionamiento a Dios, cuestionamiento sano y puro por cierto con el unico argumento de su inocensia y empatía por personas que no conoce y probablemente no lo haga, sin duda que ese pequeño tiene un pecho enorme para darle cavida a ese gran corazón.

david dijo...

Be, como siempre, me dejas para adentro con todos tus comentarios y experiencias, eres una magnifica persona por pensar asi. Te quiero mucho

Beatriz A. Sotomayor Fontealba dijo...

Este comentario fue escrito por mi entrañable amiga mexicana Ana Catalina Reyes:

"Me imagino que susto y confusion pasaron tus pequeños y tu con el horrible terremoto, sabes me aterra saber que muchos de los cambios climaticos sino es que todos, nosotros mismos los hemos ocasionado y que la naturaleza esta comenzando a pasar factura, y lo peor del caso es que todavia no nos hacemos consientes de esto y nos sigue valiendo tirar la basura en la calle etc., que mundo le estamos dejando a nuestros hijos y a mis nietos oh Dios Mio! si todos con nuestro granito de arena hicieramos algo!!"

Beatriz A. Sotomayor Fontealba dijo...

Publico otro comentario enviado por mi ex compañera Marcela Carrasco:

"Betty la verdad es que no solo los niños piensan de esa manera hay muchos adultos que ante la adversidad piensan que Dios no los ama eso esta en nuestra naturaleza pero me encanto la explicación que le diste a tu hijo ya que así son las cosas.
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