martes, 7 de agosto de 2012

Morir


Recuerdo perfectamente aquel 12 de marzo de 1990, a mis 17 años me encontraba de visita en casa de mi abuelita, en la ciudad de Punta Arenas. Había viajado 36 horas en bus para pasar mis vacaciones de verano con ella y su compañero, el tío José. Ellos me regalaron momentos inolvidables de cariño y ternura que me dolían un poco porque me sentía tan carente de esos afectos. Reímos mucho y salíamos a buscar calafates para que yo pudiera regresar algún día, dormíamos los tres, viendo televisión o sólo conversando, fueron días maravillosos.

En esos días, mi país estaba expectante porque se venía el tan anhelado cambio, de la Dictadura de Pinochet al Gobierno Democrático de Patricio Aylwin. Yo había vivido los años de mi niñez y adolescencia en la más absoluta ignorancia respecto de lo que subterráneamente ocurría en Chile, nunca supe nada que me alertara sobre las violaciones a los derechos humanos o a las represiones que afectaban a tantos. Sólo recuerdo que en el año 1985, mi profesora de francés comentó: “En Francia, una persona le puede decir loco al presidente, y no le pasa nada…”. Esa frase quedó flotando por mucho tiempo en mi subconsciente, no por lo que en sí transmite… sino porque sentía que ella lo decía por algo. ¿Es que en Chile eso no se podía hacer?

Muchos adolescentes de esa época vivimos esa situación de ignorancia, porque los padres no tenían tendencias políticas claras o porque nuestra familia no se vio nunca afectada por algún hecho ligado a la represión.

Volviendo a mis días en Punta Arenas, puedo decir que yo me sentía una espectadora que presenciaba el advenimiento de un nuevo Gobierno, nada más. Recuerdo que el olor de los asados de cordero recorría la ciudad aquel día de marzo, porque la gente allá celebró. En casa de mi abuelita hubo asado también, y estabamos todos pendientes de la pantalla cuando de pronto, mientras el nuevo Presidente de la República ingresaba con su esposa al Estadio Nacional, apareció una imagen: en blanco y negro surgían unos hombres tras las rejas muy tristes. Quedé paralizada… antes de que me recuperara apareció otra más, otros hombres.


En ese momento, formulé la pregunta más ingenua que hice en mi vida: “¿Tío…, por qué están mostrando prisioneros judíos en la televisión?”

Mi tío José me miró intrigado, y después con dulzura me dijo: “Mijita, pero esos son prisioneros que estuvieron en el Estadio Nacional. ¿No sabes que muchas personas murieron allí?”

En ese momento, morí yo.

Murió mi paz, murió mi tranquilidad, murió el dormir serena en mi cama calientita, murió la certeza de que mis padres lo sabían todo, murió ese deseo que siempre tuve de informarme sobre las violaciones hacia personas en Cuba, la ex URSS, China y tantos otros países, ¿Cómo yo podía pretender estar al tanto de todo eso si no sabía lo que ocurría en mi propio país? Cuánto dolor el de esos días, meses y primeros años. Cuando la información comenzó a correr como un río que ya nadie pudo detener. Ese torrente putrefacto y negro que nos ensució a todos.

Después de eso he pensado que si lo hubiese sabido de otra forma, no lo habría podido soportar, era demasiado

Mi tío José con su cariño a esas alturas ya comprobado, sólo me dijo eso… y me sentí impulsada a informarme, a saber, pero sin culpa porque la ignorancia no me hacía prisionera de lo que había pensado o lo que había hecho antes.

Hoy miro hacia atrás y veo que esos días la niña que fui, tuvo su corazón hecho mil pedazos, y no por una pequeña historia de amor que pudo haberme acompañado también, sino porque pude ver que mis hermanos, mis primos, mis vecinos mi gente, mi pueblo tenía una herida tan grande que aún en estos tiempos no se ha podido sanar.


La imagen fue extraída de http://www.puntofinal.cl/521/estadio.htm


1 comentario:

Unknown dijo...

Fuimos muchos los que vivimos asi, quizas por que nuestros padres se encargaron de que vivieramos una vida tranquila en medio de la tempestad, y a los años después vimos la realidad de nuestro País, dolido por la inconciencia y maldad de seres que no respetaron nada. La vida nos a enseñado a que hay que disfrutar de los momentos y cuando vino aquel slogan "Chile la Alegría ya viene" ,así fue no era mas plata no era mas trabajo no eran mas tierras etc...... era la oportunidad de libertad, de respirar con tranquilidad de caminar tranquilos con nuestros hijos por la calle, de disfrutar una tarde en una playa, en una plaza viendo nuestra vida en paz junto a nuestras familias, el resto debìamos hacerlo y construirlo nosotros........pero solo lo entendimos aquellos que hemos aprendido a VIVIR Y SOBREVIVIR y que tenemos conciencia que la vida es prestada y debemos disfrutar y agradecer, siempre.

Chile la Alegría ya viene, no era un Pegaso el que venía era la sonrisa de cada chileno que debìa aparacer y empezar de nuevo.

Myrlene Cárdenas Vergara

Desigualdad

Por muchos años y al igual que muchos, me mantuve ajena a la realidad que me rodeaba y que, sumida en mis cosas no podía ver. Hoy, cuand...